Pintura ecologista: Sara F. Jorslov. Por Andrea García Casal, historiadora y crítica de arte
Artículo publicado en PAC, Plataforma de Arte Contemporáneo, el 1 de marzo de 2024
‘’Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; […] Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. […] [E]l gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?’’
Fragmento del Apocalipsis, 6. San Juan de Patmos. Biblia Reina-Valera Revisada, 1960.
Extrapolar el significado del Apocalipsis —6— para aplicarlo a la realidad puede resultar fantasioso a priori. Sin embargo, no es necesario dar por auténtico ni un ápice de esta narración profética. Ni siquiera hace falta practicar la fe cristiana para encontrar unas altas dosis de realismo en algunos pasajes del citado libro. Basta con analizar, sin pormenorizar, el tiempo presente para encontrar evidentes analogías entre el sexto sello apocalíptico y el cambio climático que afecta a nuestro planeta, el cual nos adolece in crescendo.
Si bien San Juan de Patmos estaba mostrando asuntos controvertidos de su contexto histórico —al menos, según diversos/as estudiosos/as— mediante la metáfora del Apocalipsis, en la obra existen breves descripciones de acontecimientos cataclísmicos que son muy cercanas a las catástrofes naturales de la actualidad.
La artista Sara Fernández Jorslov (Palma de Mallorca, 1978), cuyo trabajo es una oda al ecologismo, entronca en cierto modo con la écfrasis de la destrucción del planeta que relató San Juan de Patmos en el Apocalipsis. Empero, en su arte refleja la realidad del cambio climático para concienciar al público de un lógico devenir catastrófico —si no se actúa en consecuencia—, en lugar de caer en narraciones futuristas.
La devastación de la Tierra en general y de la humanidad en particular es atribuida a una deidad todopoderosa en el libro agorero, capaz de condenar a la humanidad a redimir sus pecados y volver a renacerla, pura. Al fin y al cabo, dependemos del hábitat terrestre para existir; es algo que en la Antigüedad estaba claro, como hoy día, pero en aquel momento no se pensaba en la desaparición inminente de la vida humana, causada por los propios actos de la especie Homo sapiens. Obviamente, en el arte de Jorslov, en el cual predomina la pintura, no aparecen soles negros, lunas de color sanguinolento ni cielos que se volatilizan. No existe la intención de causar una conmoción mayor respecto a la realidad palpable, y menos aún de construir vínculos con alguna clase de fe.
Por esta razón, nuestra protagonista se enfoca en representar la naturaleza desde una óptica siempre abstracta, basada en la importancia de la forma, la textura y el color para aludir, ante todo, al planeta Tierra como elemento dador de vida, pero también en riesgo. De este modo, muestra vistas de paisajes desde el cielo, recreando planos cenitales centrados en exhibir la tierra y el agua, en conjunción o distintamente. Detalles de continentes y océanos son mostrados tanto en plenitud como en senectud, acelerada por el cambio climático. Jorslov nos enseña, por un lado, la belleza del paisaje, abstrayéndolo hasta alcanzar sus cualidades formales, pero teniendo presente su ubicación natal, estrechando lazos con la realidad visible: Mallorca. Muestra el paisaje en un estado primigenio; virginal. Apenas hay sugerencias a las formas de vida, exceptuando la presencia puntual de florestas abocetadas. Los colores son neutros y cálidos para simbolizar la tierra, abundando grises, marrones y ocres, entretanto la paleta cromática es fría, sobre todo utilizando el color azul, a la hora de referirse al elemento acuático. El cuidado trabajo con las formas y especialmente con las texturas da lugar a las recreaciones ilusionistas del tacto áspero de las rocas, las grietas del suelo, los remolinos y corrientes en el mar y un largo etcétera.
No obstante, ‘’todo monte y toda isla se removió de su lugar’’. La cara más cruda de la producción de Jorslov va presidida por enseñarnos una suerte de acontecimientos catastróficos. Los desastres naturales son protagonistas indiscutibles de parte de las obras de la artista mallorquina, por ejemplo, los incendios, la deforestación, la desertificación, las inundaciones y el aumento del nivel del mar por el deshielo. Los fenómenos meteorológicos extremos se dejan ver también, siendo las olas de calor muy importantes para Jorslov, ya que pertenecen a su cotidianidad en los veranos mediterráneos, convirtiéndola en testigo de un periodo incierto de la vida tal y como la conocemos. Sus composiciones abstractas remitiendo a las tierras quemadas por los fuegos intensos o a los icebergs desprendiéndose de los glaciares manifiestan la preocupación de Jorslov por este asunto.
Una lectura complementaria ofrece un mensaje el cual sentencia: pese a que animales, entre estos los seres humanos se extingan, la Tierra estará ahí y seguirá avanzando; se mantendrá en pie independientemente del clima paupérrimo, de todas aquellas acciones devastadoras gestadas por el Homo sapiens. La premisa de Jorslov es que ‘’no existe un planeta b’’. No hay otro lugar en el que estar ahora y por esta causa, debe cuidarse el medioambiente. Entendiendo esto, resulta fácil comprender que los paisajes aéreos de Jorslov se refieran también a la noción de mapa con el que orientarnos en la lucha contra el cambio climático, pues ‘’[…] [E]l gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?’’. El de la ira de la contaminación antropogénica y sus efectos destructivos.
Desde una perspectiva alternativa, pero complementaria, la pintora mantiene un fuerte compromiso vinculado al ecologismo que resulta imprescindible para entender su arte. De hecho, en su día a día resultan fundamentales las nociones de reciclaje, sostenibilidad y circularidad. Asimismo, apoya a diversas organizaciones animalistas y ecologistas, preocupándose por el maltrato hacia los animales comprobable en la ganadería y pesca de carácter industrial. De igual modo, conoce las consecuencias severas de estas actividades, pues afectan a la calidad del medioambiente y lo degradan; de ahí que sean ideas tan relevantes para la vida de Jorslov, transfiriéndose a su producción artística.